Los discos de vinilo han vivido una extraña y sinuosa vida desde su popularización a mediados del siglo XX. Su ascenso meteórico en las primeras décadas de la posguerra continuó hasta los años ’80, cuando comenzó a competir con otros formatos como el cassette y, sobre todo, más adelante, con el compact disc. Hacia la última década del siglo, parecía que el CD reinaría para siempre y que el vinilo quedaría relegado a una rareza de tiempos pasados, o una excentricidad de los coleccionistas y DJ.

Sin embargo, todo cambió con la internet. La digitalización de la música, que comenzó con el CD, eventualmente llevó a un creciente aprecio por la música en formato analógico y en un soporte físico. El disco de vinilo vivió un regreso, para muchos, inesperado.

Actualmente, las ventas de discos de vinilo a nivel mundial crecen año a año, a veces en porcentajes que superan el 20% o más. En el año 2020, de hecho, las ventas de discos de vinilo superaron al compact disc por primera vez en 34 años de coexistencia. Lo que comenzó como un fenómeno marginal asociado a la música «underground» o las ediciones de colección, ya ha llegado al público masivo y no parece detenerse, al menos por el momento.